Se nos ha muerto el aire,
andaba dando tumbos, borracho de futuro,
con las nubes resecas y el oxígeno
colgando en una esquina de su cuerpo.
Yo le encontré soplándome al oído
hace tan sólo unas lunas,
deshojando su aliento en mi desidia,
desatando en mi pelo su añoranza.
Nunca supe mirar lo imperceptible,
observar la distancia
que todo el mundo abarca tras los ojos.
No imaginé que el aire
pudiera humanizarse de repente,
pudiera despertar
con la resaca estúpida de un siglo
que se bebió la vida sorbo a sorbo.
Ahora que los años se nos mueren
como sombras de hielo,
comprendo por qué huyó la primavera,
y el otoño
ya no tiñe a los árboles de rojo.
Comprendo más que nunca
por qué no llora a cántaros el cielo,
y por qué los abriles se deshacen
en la memoria dulce de un anciano.
Hoy lo comprendo todo y vuelvo a casa
con la sonrisa casi atornillada.
Cojo la pluma que cayó en el suelo,
la que a golpes soñaba con volar,
y que llevé a mi libro.
shhh! tranquila,
se nos ha muerto el aire y sólo queda
la libertad inútil de los pájaros.