Vengo a entregar los libros prestados

Estás aquí tan cerca,
 donde acaban mis pies descalzos,
 donde apenas siento mi piel.

Vengo a entregar los libros prestados, las horas abandonadas, las palabras sin significado anotadas a pie de página.
A mostrarme de rodillas ante los infieles.
Como mueren las letras en una lírica enferma cuando no se detiene al recitarlas el aliento.
Padezco de rechazo a lo fingido, de pudor en el alma y sufro fatiga al cerrar la puerta de mis entrañas.

¿A qué marasmo indebido traje mis versos?
Ellos, que nunca han dormido entre tapas de cuero y se abren tan solo ante cada mirada
tragando su orgullo en cada escalofrío y rechazando la soledad de los estantes.

Nacieron entre brisas sin culpables, bajo el cielo de los que se estiran ante el último rayo de sol junto a los que saborean en la niebla una posibilidad.

Pienso en los encuentros de luz que me quedan, como hacer de una hora un paralelo
buscando entre los ríos nuevos remansos a salvo del frenesí de mis arterias.

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