Se detiene.
Siete veces contiene su aliento
bendice la muerte,
su vientre en condena.
Alameda de cirios,
anatema de blancos
donde la sangre implora
las siete reverencias
Kohelet.
¡Detente!
el sepulcro le grita
y la mortaja le cubre.
Seca su lágrima,
donde pule la superficie agotada
en el foso de las vanidades.
Siete
cuando las uñas pintan los hilos
entre muslos y huesos que escriben historias
de yerros
en charolas de plata.