Las notas brillan
sobre la estera que
danza entre flores
arabescos y nidos.
Acaricio las teclas muertas,
al marfil de espaldas
a su luz velada.
Me evaporo en tu pecho
inmersa en el vaho del cortinaje
donde el céfiro ya preso,
desaparece.
La habitación intacta,
Debussy cómplice, me acompaña
hasta ti, mi amante.
Abrazada de la nada,
olvidada de mi
permuto mi vida
en el extravío recíproco.
¡que pena me da volver
en el momento de morir!