LA CONVIVENCIA
Últimamente hay mucha violencia en el pueblo. Los vecinos discuten acaloradamente y algunos llegan a las manos, los niños se tiran piedras a la salida del colegio, las mujeres se pelean por cualquier nimiedad y hasta los perros se muerden. Las discusiones, peleas y crispación han hecho desaparecer la convivencia, convirtiendo la vida sus habitantes en un infierno.
A la vista de todo ello, el alcalde, después del correspondiente pleno del Ayuntamiento, emitió un Bando convocando al todo el mundo a «Terapia conjunta». El día previsto se reunió todo el pueblo en la Plaza Plumkier. Cada uno de ellos pasó antes por el Ayuntamiento a recoger su número. El cura, situado sobre una pequeña tarima sacó un número al azar de dentro del pequeño saco, lo mostró alzando la mano y lo gritó con su voz aguda.
Todos los asistentes respiraron aliviados menos el Abuelo Paco. La gente lo miró y uno a uno fueron abrazándole y despidiéndose de él. A continuación le ataron las manos a la espalda, le condujeron al olmo que hay en el centro de la plaza y le ahorcaron. Seguidamente, lo desollaron, lo trocearon y se lo comieron.
Una vez terminado el acto se fueron retirando en silencio a sus casas, caminando cabizbajos y sin mirarse, pero sabiendo que en el pueblo habría una larga temporada de paz, que la violencia bajaría y reinaría la convivencia. Lo único que lamentaron es que no le hubiera tocado a alguien más joven, el Abuelo Paco estaba ya muy duro y correoso.
JM