El suicidio y su amor

El suicidio y su amor.

Mientras salimos de la casa, yo y mi amor, observamos que las paredes eran siluetas que de pronto desfallecían entre sí, mi amor no parecía temer esas controversias, no entendí el porqué, me sumergí sin embargo en una historia de imaginación plagada de seres extraños, donde la vida no existía.
Hasta ayer que los rumores me seguían por toda esa sala.
Hasta algunos chistes no me causaron gracia.
Eran sueños que pululaban la noche, como si el cuerpo no hubiese estado nunca, como si un universo sin vida nos haya descubierto un nuevo secreto.
Allí salimos a predecir esas almas suicidas que se enfrentan día a día con la obligación de hacerse visibles y no hubo manera alguna.
Estábamos en otro tiempo, en una dimensión extraña, como en un manto de sonámbulos sin cuerpo.
Todo era tierra.
Solo veíamos lo invisible, y nos quedábamos flotando en un éter de luz anclados de extrañas debilidades irreversiblemente anexadas a la locura.
¿Y que veíamos sino había nada, ni infierno, ni cielo?
O al menos que extraño candil se acostó en nuestro espíritu para alumbrar ciertas cosas que antes estaban en su sitio.
Por ejemplo mi s padres, mi infancia, a ratos soñada con rasguños de brujas que levitaban en mi cuarto, porque habría que tener de recuerdo si ya no era nada más que algo que yo intuía
Marcas como de agua debajo de un estanque atornillado en los molinos de una ráfaga.
Pero apareció como si la vida hubiera surgido un gusano conocido de antes, que me miraba con piedad a mí y a mi amor, sus ojos se habían tornado fosforescentes, con una sed infinita y empezó a devolverme la piel, arrepentido.
Esa noche mí amor seguía durmiendo, lo deje allí, mientras yo logre salir de esa madera embarrado y empecé a caminar como si nada hubiera pasado pensando en el lugar exacto donde suicidarme nuevamente.

Osvaldo Lázaro.-01-07-2015

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